Puede llover 1 milímetro o 100 milímetros y la situación respecto al servicio de taxis en la ciudad de San Luis es exactamente igual: desaparecen de las calles y la gente se queda sin poder movilizarse.
Las agencias o centrales de llamado para pedir un móvil apagan los teléfonos o no atienden. Y si lo hacen, la respuesta es tajante: “No tenemos ninguno disponible”.
Hay una discusión desde hace varios años con respecto al sistema de taxis en relación a si se trata de un servicio público, semipúblico o privado de transporte de pasajeros. Incluso hubo proyectos presentados en el Consejo Deliberante para fijar qué tipo de prestación cumplen o deberían cumplir en la ciudad.
En ciudades desarrolladas y organizadas, el servicio ya fue declarado público y esto cambia de raíz la situación porque ya no queda tan librado a la “buena voluntad” salir a trabajar o guardarse.
Al ser público se convierte en esencial y por lo tanto –aunque sea mínimo- las agencias o particulares deben asegurarle al usuario la posibilidad de movilizarse.
Los taxistas en San Luis explican las razones de por qué los días de lluvias prefieren no trabajar y apuntan al mal estado de las calles, en particular en los barrios de la periferia.
Juan José es taxista desde 20 años y grafica la situación: “Soy propietario, lo hago por mi cuenta, sin agencia, pero cuando llueve no salgo. Los otros días por hacer un viaje en plena tormenta rompí el tren delantero porque agarré un pozo enorme en el Barrio Néstor Kirchner y a quién le reclamo esa avería, por eso prefiero guardarme”.
La situación es de larga data. Tanto la actual gestión como las que la precedieron no se ocuparon de este problema.
Con los colectivos pasan cuestiones similares. Las frecuencias ante fenómenos climáticos disminuyen y ocurre algo más: no hay muchos refugios donde la gente pueda protegerse mientras espera una unidad.