Hace unos días atrás una señora caminaba por la plaza del Carmen, ubicada en la Avenida Sarmiento de la ciudad de San Luis, lo hacía comiendo un helado en un envase o pote de plástico y cuando lo terminó lo arrojó al suelo. Un joven que venía detrás le advierte: “se le cayó algo” y la mujer sin ninguna culpa le agradeció y con toda amabilidad le respondió que lo había tirado.
Para esa persona dejar su residuo en cualquier lado es normal, está bien y esa actitud forma parte de una manera cultural de manejarse en comunidad, con evidente desprecio por el semejante y el cuidado del medio ambiente.
Claramente una inmensa cantidad vecinos y vecinos no tienen el más mínimo respeto por el cuidado de los espacios públicos en materia de limpieza e higiene. Tiran colillas de cigarrillos, envases de gaseosas u otras bebidas, bolsas de polietileno, envoltorios de golosinas, barbijos, pañuelos descartables, de todo.
El mundo civilizado demuestra que los mejores estándares de calidad ambiental se logran gracias a fuertes campañas educativas y a herramientas sancionatorias para quienes ensucian. O sea multas onerosas para que aquellos inadaptados que tienen la irresponsable actitud de arrojar su propia basura en la vía pública, en espacios que comparte con otros u otras.