El empresario estadounidense Alan Phillip Gross, liberado hoy por razones humanitarias tras cinco años de cárcel en Cuba, había sido arrestado en la isla en diciembre de 2009 mientras trabajaba como contratista para la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), como parte de un programa a fin de ingresar, en apariencia ilegalmente, tecnologías de telecomunicaciones a la isla.
Gross nació en 1950 y estudió Trabajo Social en la Universidad de Maryland y en la Universidad Comunitaria de Virginia, y en el 2001 fundó el Centro de Desarrollo Conjunto de Negocios (Joint Bussines Development Center), desde el que buscaba conectar a la naciones en desarrollo a Internet.
Casado y con dos hijas, en marzo del 2009 llegó al templo Beth Shalom de la Comunidad Hebrea de Cuba, recomendado por el Comité Judío Americano (American Jewish Joint Distribution Committee (JDC), para ayudar a la comunidad judía en la isla a conectarse a Internet, y tiempo después fue detenido, acusado de actuar a favor del gobierno de EEUU para desestabilizar a la Revolución.
Para Washington, Gross estaba en la isla con el único propósito de proveer acceso a Internet sin filtraciones a la comunidad judía cubana, pero La Habana mantuvo la acusación en su contra.
Gross fue juzgado en marzo del 2011, señalado como responsable de “actos contra la independencia o la integridad territorial del Estado” y sentenciado a 15 años de prisión. El fallo fue apelado a la Suprema Corte de Cuba, que ratificó la pena en agosto de 2011.
Desde 2010 la esposa de Gross vino reclamando un acuerdo bilateral para su liberación, que también fue reclamada ese año por 40 legisladores de EEUU.
Dos años después, Washington mantenía la idea de que la situación de Gross era “un grave impedimento” para avanzar en el diálogo bilateral, aún cuando después flexibilizó las restricciones a viajes y envío de remesas de sus ciudadanos a Cuba.
Cuando en enero del 2012 Cuba le comunicó a EEUU su “voluntad” de encontrar, sobre “una base humanitaria recíproca”, una solución al caso Gross, de alguna manera sentaba las bases para este canje anunciado hoy, inicialmente rechazado por Washington.
El empeoramiento del estado de salud del empresario jugó luego un papel central, agravado por la huelga de hambre que Gross inició en abril.
La chance de un canje se revitalizó cuando, en mayo, la administración Obama liberó a cinco reclusos afganos de Guantánamo por un militar prisionero en Afganistán, aunque rápidamente lo descartó como un precedente para el caso Gross. El empresario se enteró en prisión de la muerte de su madre, en junio pasado.
Más allá de los reclamos de legisladores, figuras del arte y la cultura, personalidades extranjeras, fue el diario “New York Times” el que provocó el revuelo mayor: se pronunció abiertamente por un canje de Gross a cambio de los tres cubanos.
Ahora, a exactamente 5 años y 14 días de su entrada en una cárcel, Gross quedó libre, como parte de un jugada mucho mayor que cambiará las relaciones bilaterales.