Desde del lunes, Argentina ingresará en una etapa de cuarentena “focalizada” por la pandemia de coronavirus, pero seguirá siendo estricta en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano boaneerense, donde vive casi el 40% de la población y se dan la mayoría de los casos de contagio, en contraste con algunas provincias en donde hay menor circulación del virus, en las que se suavizará la medida en determinados sectores productivos.
Desde el 20 de marzo, cuando el gobierno de Alberto Fernández estableció el aislamiento social, preventivo y obligatorio para desacelerar la propagación de la Covid-19 en el país, se atravesaron distintas fases: una primera estricta que se extendió hasta el 31 de marzo y luego fue prorrogada en una segunda instancia hasta el domingo 12 de abril; y una tercera parte “administrada” que comenzó el 13 y finaliza este domingo.
Desde el lunes, el país atravesará un aislamiento “focalizado” o “jurisdiccional”, que significa que -a pedido de algunas provincias, menos de la mitad de las 24- habrá flexibilización de actividades, como la obra privada o las profesiones de abogados y contadores.
El presidente Fernández respetó a pie juntillas las sucesivas recomendaciones del comité de expertos médicos, que lo asesora y que le recomendaron instaurar el aislamiento el 20 de marzo, con el lema “Quedate en tu casa”, para preservar a la población frente a posibles contagios.
Así, todo el Gobierno dio un golpe de timón en los temas de agenda que tenía hasta ese momento y se encolumnó en bloque para afrontar la enfermedad, que ya causaba numerosas muertes en países como Italia y España, entre otras naciones del mundo.
Fernández y el ministro de Salud, Ginés González García, diseñaron una estrategia y una táctica direccionada a incrementar la red sanitaria de atención, al mismo tiempo que con la cuarentena y el distanciamiento social -la separación de al menos un metro y medio entre las personas- se buscó “aplanar la curva” y la posibilidad de un pico de casos.
Esa meta resulta vital para que la red hospitalaria no colapse -como sucedió en Italia, por ejemplo, en caso de incrementarse exponencialmente las internaciones y los establecimientos no den abasto con sus recursos.
En ese plano, el objetivo presidencial fue aumentar la capacidad de atención, para lo cual hasta se levantaron hospitales de campaña, mientras que las fuerzas armadas, las iglesias, los clubes deportivos y los sindicatos pusieron sus instalaciones asistenciales y hoteleras a disposición para recibir enfermos de coronavirus, de cara a tener preparado el sistema sanitario cuando llegue el pico de casos.
Esa explosión de contagios aún no puede ser mensurada científicamente por los principales epidemiólogos del país, pero se estima para junio, teniendo en cuenta la tendencia que viene manifestando el virus en los países donde está golpeando más, como Estados Unidos, Italia, España y Francia.
En una inédita medida en la historia local, el gobierno suspendió todos los vuelos internacionales y los de cabotaje, así como los micros y trenes por el interior del país, y solo pudieron circular en auto los que estaban exceptuados del aislamiento por pertenecer a algún servicio esencial, como policías, enfermeros, médicos y recolectores de basura.
En paralelo, el mundo empezaba a replicar algunas de las rigurosas medidas sociales de la “experiencia argentina”, como la denominó Fernández y, también las iniciativas sanitarias, decisiones impensadas hasta un mes y medio atrás, cuando se desconocía en el continente americano la enorme velocidad de infecciones masivas que causaba la Covid-19.
La casi virtual paralización de la actividad económica en el área metropolitana, tanto estatal como privada, ayudó al efectivo cumplimiento del aislamiento obligatorio en casas y departamentos, y las calles y avenidas de la ciudad se vieron desoladas.
La primera fase -cuando se pensaba que la cuarentena sería cuestión de pocas semanas- terminó el 31 de marzo, pero se decidió extenderla al correr como reguero de pólvora la noticia de las centenares de infecciones y muertes en Italia y España, los países que aún hoy mantienen la mayor cantidad de decesos tras los Estados Unidos.
Con el mismo protocolo diseñado por el Presidente -consultas a la tríada que constituye el comité de crisis de funcionarios del Gabinete, los expertos médicos y la opinión determinante del ministro de Salud y la de los jefes políticos de los 24 distritos-, la segunda etapa tuvo como característica común el refuerzo de los controles vehiculares y el cierre de más de la mitad de los ingresos a la ciudad de Buenos Aires, como así también de las fronteras nacionales.
La tercera fase, que comenzó al 13 de abril, se adoptó también con el consenso de los expertos médicos y los gobernadores, con la intención del jefe de Estado de disponer la prosecución de la cuarentena de una forma “administrada”, con la consigna de que “de una caída del PBI se vuelve, de la muerte no”.
Con esa frase, Fernández marcaba el contraste de casos entre Argentina y los países donde el aislamiento fue parcial y leve, y ahora encabezan los ranking de muertes por coronavirus.
La cuarentena “administrada” significó el levantamiento de algunas restricciones, como de la obra pública estatal, fundamental para iniciar la etapa de la reactivación económica, que venía en estado de hibernación por la recesión heredada y que con el coronavirus se vio agravada.
Frente a las voces y reclamos por los coletazos en la economía, y mientras la mayoría de las empresas y comercios permanecían cerrados, el Gobierno desplegó una batería de medidas de ayuda para las familias, jubilados y pensionados, sectores no registrados de la economía y las gobernaciones, municipios, comercios y empresas.
Así se llegó a la última semana de la tercera etapa, en la que el Gobierno desplegó el mayor apoyo económico de la era moderna en Argentina al inyectar en la economía una batería de medidas equivalentes al 3% del PBI.