Este lunes a las 11:00 en el Complejo Hostería Renca quedará formalmente inaugurada la escuela de tejido artesanal “Manuela Franco”, que funcionará en ese predio y donde se dictarán cursos gratuitos, para todas las edades y sexos.
La localidad de Renca es una cantera inagotable de hechos y aportes que sus hombres y mujeres realizaron para la organización y liberación nacional. Es un pueblo que lo dio todo por Argentina y es un constante merecedor de reconocimientos, por su valor histórico y cultural.
Aquí nacieron los granaderos que acompañaron a San Martín en la primera batalla del Regimiento de Granaderos en San Lorenzo, y decenas de los valientes que se sumaron al cruce de Los Andes; cuna de gobernadores puntanos y también centro productor de telas y tejidos que fueron entregados a la Ejercito del Padre de la Patria.
Según testimonios y documentos que así lo acreditan, gran parte de la vestimenta, uniformes, abrigos y mantas que usó el Ejército de San Martín para la epopeya libertadora fueron confeccionados y tejidos en Renca. Las tejedoras de esta mítica comuna también hicieron historia.
Con ese antecedente, la Municipalidad de Renca, con el apoyo Complejo Hostería Renca, lanza la primera Escuela de Tejido Artesanal “Manuela Franco”.
El nombre de este emprendimiento educativo tiene un fuerte simbolismo: Manuela es la madre del Gobernador puntano, Pablo Lucero (gobernó San Luis entre 1841–1854). Pero lo anecdótico, no sólo es ese dato filial.
El censo de población de 1812 es contundente al certificar que Manuela Franco además de ejercer el oficio de tejedora y de ser nativa de Renca, también fue formadora de otras tejedoras o hilanderas.
La foto que tomó la medición de ese año en Renca asegura que el sostén de hogar era la mujer y el oficio, la tejeduría.
La Escuela de Tejido Artesanal “Manuela Franco” funcionará, en el inicio de sus actividades, en el predio de la Hostería Renca, en uno de sus inmuebles que se adaptarán exclusivamente para que cumplan funciones de aula.
Cabe resaltar que ya fueron adquiridos los telares donde se enseñará y producirán tejidos para diversos fines. Se trata de diferentes modelos de telares que permitirán una capacitación gradual de los estudiantes.
Es decir, la escuela cuenta con toda la infraestructura y las herramientas necesarias para que quienes se sumen a esta iniciativa aprenden el noble y ancestral oficio de tejer en telares.
Los modelos de telares con los que se cuenta permitirán confeccionar todo tipo de tejido como pulóveres; chalecos; boinas; tapices; mantas y el “Poncho de Renca”, el objetivo más alto que se trazó con este emprendimiento, porque será un producto 100% local que sintetizará en sus colores, textura y diseño la impronta de este lugar en el mundo.
Las clases serán gratuitas las y capacitaciones estarán, en un comienzo, a cargo de una docente y especialista de extensa trayectoria en tejidos artesanales. Ella será la responsable de abrir el camino para que surjan nuevas y más capacitadoras locales.
Podrán inscribirse personas de ambos sexos y de todas las edades. Es decir niños/as, adolescentes, jóvenes, adultos o adultos mayores.
La escuela persigue fines sociales y aspira a que quienes egresen de esta aula puedan aprovechar sus conocimientos para crecer y prosperar en términos económicos. Es una oportunidad al alcance de todos y una posibilidad de cierta de salida laboral para quienes completen el curso.
La escuela tiene carácter municipal y se prevé acuerdos con organismos provinciales y de Nación para la promoción y colocación de los productos a través de plataformas como MADA.
Cabe resaltar que los egresados recibirán el correspondiente certificado que acreditará sus estudios de tejidos en telares artesanales.
La iniciativa se pondrá en marcha la primera semana de septiembre de este año y de acuerdo al plan de estudio, los primeros tejidos podrían empezar a entregarse en el mes de diciembre de 2021.
Renca: un pueblo de tejedoras
Datos obtenidos de CONICET- Instituto “Emilio Ravignani – Juan Carlos Garavaglía – y Claudia Wentzel
Para ahondar entonces un poco más en el análisis de las formas productivas ligadas al textil del gran área del poncho y referirnos a una región que casi no ha llamado la atención de los historiadores que se han ocupado de estos problemas, estudiaremos un pequeño pueblito de tejedoras de la frontera entre San Luis de la Punta en 1812, ocasión de un censo de excepcional calidad y riquezas.
La actividad textil de San Luis en el período colonial y durante el siglo XIX, casi no ha sido estudiada y unas pocas fuentes coloniales se refieren a ella, entre las que se destacan los informes del entonces gobernador intendente Sobremonte de 1785, publicado por Torre Revello y la excelente descripción que realiza José Francisco de Amigorena en 1787.
Por lo que sabemos, ya desde mediados del siglo XVIII, las relaciones con las tribus araucanizadas colocan a San Luis en contacto con los sistemas indígenas de tejido y es probable que así se difundiese, mestizado con las características locales -similares a las de los valles cordobeses- la tejeduría de ponchillos y otras piezas textiles similares, tal como lo expusimos hace algún tiempo en el trabajo ya citado y publicado en esta misma revista.
Renca poseía en 1812 un Administrador de Correos y era el centro administrativo de una vasta área campesina que fue creciendo en importancia durante el siglo XIX. Guardaba ya en esa época en su bella iglesia colonial una reliquia, traída probablemente desde el “reino de Chile”, que desde hace dos siglos es honrada con procesiones todos los 3 de mayo. Situada en una zona cercana a la frontera indígena, sufre varias veces los embates pampas, entre los que se destacó la gran invasión de 1832, y sus actividades textiles han llegado hasta nuestros días, cuando, desvinculada de las grandes vías de comunicación, ha ido perdiendo una gran parte de su antigua vitalidad.
En el censo de Renca de 1812 la población total es de 771 personas, divididas en 393 mujeres_ [50.97%] y 378 hombres [ 49.03%]. Este desequilibrio, aparentemente pequeño, entre los sexos, se percibe con mucho más claridad si nos referimos a las edades “económicamente activas” y la tasa de masculinidad es buen referente para ello.
Pero, ¿a qué se dedican los vecinos de Renca? La actividad productiva más importante señalada por el censo es la tejeduría femenina, como veremos seguidamente. En efecto, las tres ocupaciones” de tejedoras”, “hilanderas” y costureras representan de lejos las categorías ocupacionales dominantes en Renca. Pero, veamos ahora el resto. A esas categorías mencionadas -mayoritariamente femeninas- les siguen varías masculinas y todas ellas relacionadas con la actividad pastoril y agrícola. El cuadro siguiente nos muestra las diversas categorías ligadas a la producción agraria (no hemos tenido en cuenta en este cuadro al puñado de comerciantes y al Administrador de Correos).
Podríamos seguir con otros aspectos muy interesantes del censo, pero, para nuestro interés actual, esto es suficiente antes de entrar de lleno en el análisis de las tejedoras e hilanderas.
El tejido representa, de lejos, la ocupación numéricamente dominante en Renca. Hay 171 tejedoras (si bien existen también -cosa bastante extraña- dos casos de tejedores hombres). Si a ellas le sumamos las 30 hilanderas [hay incluso 3 hilanderos varones]y las 8 costureras, tenemos un total de 209 mujeres ocupadas en esta actividad en el marco de estas familias campesinas y de pastores. Si sabemos que las ocupaciones se comienzan a señalar normalmente desde los 14 años (aun cuando hay cuatro excepciones más tempranas señaladas en el censo, siempre en el caso de hilanderas), tenemos que de un total de 224 mujeres que tienen más de 14 años, 209 están relacionadas con el tejido, o sea un 93.30% de ese universo. Es decir, la condición de mujer y de tejedora, hilandera o costurera son casi sinónimos. Y no hay ninguna distinción entre sectores sociales [el 93.94% de las mujeres mayores de 14 años que portan el restrictivo título de DON entran también en este grupo]; ni respecto a la actividad del cabeza de familia, pues madres, esposas, hermanas e hijas de hacendados, estancieros o labradores lo son, ni de pertenencia étnica, tejedoras.
Además, un hecho interesante es la marcada diferencia en la edad promedio de tejedoras e hilanderas. Mientras las primeras tienen una alta edad promedio [29.06], las segundas no llegan a los 17 años de edad promedio [16.88] y obviamente, la mayor parte de las tejedoras son casadas y viudas, mientras que casi todas las hilanderas son solteras. Y es de señalar que, por el contrario, no hay sensibles diferencias en cuanto a la composición étnica de las dos categorías.