Francisco y sus primeras 24 horas en Irak, un viaje de riesgo máximo

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El Papa Francisco inició hace algunas horas su segunda jornada en Irak, en uno de los viajes del Pontífice más arriesgados y que concentra la atención de organismo como la OTAN y Estados Unidos en materia de seguridad por temores a un atentado.

Al margen de ese escenario, el Obispo de Roma avanza con misión y aseguró hoy que el extremismo y la violencia «son traiciones a la religión» y, desde las ruinas de Ur, considerada la tierra del profeta bíblico Abraham en el sur de Irak, convocó a líderes de otros credos a «dar voz al grito de los oprimidos y de los descartados del planeta» en un contexto en el que «demasiados carecen de pan, medicinas, educación, derechos y dignidad».

«Extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión. Y nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión», planteó el Papa en su discurso, a metros de la que según la tradición más extendida de la Biblia fue la tierra de origen del Patriarca, que es punto de unión de cristianos, judíos y musulmanes, a unos 150 kilómetros de la capital Bagdad.

«Es más, nos corresponde a nosotros resolver con claridad los malentendidos», pidió Jorge Bergoglio, en el segundo día de su visita a Irak, adonde llegó ayer acompañado por Télam y otros medios para iniciar la primera visita de un pontífice en la historia, que se extenderá hasta el lunes. 

«Desde este lugar que es fuente de fe, desde la tierra de nuestro padre Abraham, afirmamos que Dios es misericordioso y que la ofensa más blasfema es profanar su nombre odiando al hermano», profundizó Francisco en un imponente marco desértico frente al histórico «Zigurat» del lugar, como se llama el templo mesopotámico de más de 4.000 años que caracteriza a la que fuera Ur de los caldeos.

Mientras fuertes ráfagas de viento cruzaban la desértica llanura, el Papa convocó también al resto de los líderes, entre los que había dirigentes musulmanes y de otros minorías religiosas del país, a «dar voz al grito de los oprimidos y de los descartados del planeta».

«Demasiados carecen de pan, medicinas, educación, derechos y dignidad», denunció el Papa frente al zigurat.

Además, en otro mensaje con el que buscó trascender las fronteras de Irak, invadida en 2003 por una alianza de potencias occidentales encabezada por Estados Unidos, el Papa aseveró que «no habrá paz mientras las alianzas sean contra alguno, porque las alianzas de unos contra otros sólo aumentan las divisiones».

«La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad», argumentó.

Así, convocó a rezar también por «todo Oriente Medio, pienso en particular en la vecina y martirizada Siria».

El discurso del Papa en Ur, donde llegó en auto blindado desde el aeropuerto de Nassyria, volvió a lamentar el sufrimiento de «todas las comunidades étnicas y religiosas», en un marco en el que la persecución a cristianos de los últimos años provocó el desplazamiento o muerte de cerca de un millón de fieles, estima el Vaticano.

«Y rezamos para que en todas partes se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa; que son derechos fundamentales», planteó.

En ese marco, el Papa insistió en su condena al extremismo y aseveró que «el terrorismo, cuando invadió el norte de este querido país, destruyó de manera brutal parte de su maravilloso patrimonio religioso, incluyendo iglesias, monasterios y lugares de culto de diversas comunidades», planteó sobre la ocupación del Estado Islámico entre 2014 y 2017.

En una visita marcada por la emergencia del coronavirus, con toque de queda a nivel nacional durante los días que el pontífice permanece en Irak, el Papa planteó que «no habrá paz sin compartir y acoger, sin una justicia que asegure equidad y promoción para todos, comenzando por los más débiles».

«No habrá paz sin pueblos que tiendan la mano a otros pueblos. No habrá paz mientras los demás sean ellos y no parte de un nosotros», planteó en esa dirección.

«Depende de nosotros, humanidad de hoy, y sobre todo de nosotros, creyentes de cada religión, transformar los instrumentos de odio en instrumentos de paz», reclamó.

Télam – Hernán Reyes Alcaide, enviado especial

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