Ruanda conmemora el vigésimo aniversario del tercer genocidio más importante del siglo XX, después del holocausto y el armenio, en el que unas 800.000 murieron en una orgía de violencia liderada por la mayoría hutu contra la antigua oligarquía de la época colonial, los tutsis.
La masacre de cerca de un tercio del país se alcanzó en sólo cien días y sólo requirió miles de machetes y cuchillos, y la completa indiferencia del resto del mundo, que observó atónito cómo el odio tribal creado y fomentado por Bélgica durante la época colonial desangró a la joven nación africana.
La conmemoración del vigésimo aniversario comenzará mañana a la mañana en la capital cuando el presidente de Ruanda, Paul Kagame, reciba la denominada «llama del recuerdo», la misma que hace exactamente tres meses comenzó un recorrido por más de 30 localidades e inauguró una campaña de talleres de «educación por la paz».
Con esa antorcha, Kagame prenderá la Llama del Duelo Nacional en el Centro Conmemorativo del Genocidio de Kigali, que permanecerá encendida durante los mismos días que duró la campaña de masacres, asesinatos y venganzas, entre abril y junio de 1994, según la agencia de noticias EFE.
Posteriormente, se celebrará un acto oficial en el estadio Amahoro con presencia de familiares de las víctimas procedentes de todo el país y representantes gubernamentales de numerosas naciones.
Entre los enviados internacionales no figurará Francia, que ayer canceló su presencia en todos los actos oficiales tras conocer unas declaraciones del presidente Kagame, quien acusó a París de haber estado al tanto de los planes genocidas de los hutus a principio de 1994.
La chispa que encendió el genocidio fue el asesinato del presidente ruandés y líder de la mayoría hutu, Juvenal Habyarimana. El avión en el que viajaba fue derribado poco antes de aterrizar en el aeropuerto de Kigali.
Pero hacía tiempo que los líderes religiosos, políticos y sociales de la mayoría hutu intentaban convencer a millones de ruandeses de que los tutsis, la antigua oligarquía de la época colonial, estaba planeando volver en masa de su exilio en la vecina Uganda para recuperar el control del país.
Al día siguiente del atentado contra Habyarimana, diez soldados belgas de la misión de paz de la ONU que protegían a la primera ministra, Agathe Uwilingiyimana, fueron asesinados junto con la dirigente, lo que llevó a Bruselas a ordenar la retirada de su contingente.
La ola de asesinatos, masacres y persecuciones se desató de inmediato y el 70% de las víctimas fatales fueron tutsis.
Años después, muchas de las historias que aún marcan las cicatrices del país africano pudieron escucharse en la Corte Internacional Penal para Ruanda, un tribunal especialmente creado por la ONU en Aurusha, la capital de la vecina Tanzania.
Una de ellas pertenece al cura Athanase Seromba, condenado a 15 años de prisión en 2006 por asesinar a dos mil de sus fieles.
Según la condena de la corte internacional, el sacerdote convenció a su congregación -de mayoría tutsi- de esconderse en su iglesia para salvarse de las milicias paramilitares hutus que arrasaban un pueblo tras otro.
Una vez que todos estuvieron adentro, Seromba ordenó que trajeran topadoras y tiraran abajo la iglesia. Los que lograron sobrevivir al derrumbe fueron ultimados por los vecinos con machetes y pistolas.
Mañana uno de los líderes extranjeros que estará presente en los actos oficiales será el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
«La comunidad internacional le falló a la población de Ruanda hace veinte años», fue un error» que no se debe repetir», adelantó hoy en un comunicado el número uno de Naciones Unidas.