El presidente, Alberto Fernández, y los principales líderes de la oposición aprovecharon la coyuntura epidémica para alimentar la grieta que divide a argentinos y argentinas. Es un negocio político que parece rentable en términos electorales. Dividir, enfrentar y confrontar con todo. Y en el medio de todo, la gente común y corriente, un poco desorientada, desilusionada y por qué no, con miedo del futuro más inmediato, porque la incertidumbre sembrada genera eso, temor.
Hasta ciertos límites jugar con esas estrategias, es tolerable. Pero hay fronteras que no deberían cruzar los responsables de conducir cuando meten en sus berenjenales cuestiones muy sensibles para la sociedad como la salud y educación.
Con la salud ya todos y todas asisten a un espectáculo público lamentable que lleva a una guerra de acusaciones por las vacunas, por las estadísticas, por los verdaderos datos estadísticos, por los tratamientos correctos, por las cuarentenas o restricciones, por las formas de comunicar, por el control de la pandemia. Todo polarizado, ni un punto de acuerdo y para complicar el escenario un gobierno nacional que avanza y retrocede todo el tiempo, inseguro.
La educación no escapa a esas bajezas de la política y la discusión en las últimas horas llegó a tan alto voltaje, que incluso aparecen los doble discursos e insultos de un lado y del otro. Ningún aporte o idea para mejorar la calidad educativa que le permita soñar al país con un mejor mañana.
Fernández dijo hoy que el dictado de clases “es prioritario este año” y aseguró que el regreso a las aulas se producirá “en marzo” con los respectivos cuidados debido a la pandemia de coronavirus.
“Nosotros hemos decidido que las clases vuelvan con los cuidados del caso, por eso estamos en condiciones de confirmar que en marzo las clases se iniciarán”, afirmó el jefe de Estado en una entrevista con el sitio Data Clave y afirmó que serán presenciales.
La confirmación del presidente sobre la vuelta a clases, no es una postura de estadista, sino una respuesta política al devaluado Juntos por el Cambio y a Mauricio Macri, que pese al desastre en que sumergió al país tiene el tupé de opinar, criticar y reclamar.
¿Debe el Presidente contestarle a Macri sobre un tema que en rigor y en honor a la verdad nadie sabe cuál será el escenario epidemiológico en el país? La lógica indica que no. Fernández no tendría que entrar en ese juego y evitar afirmar algo como: “Vuelven las clases presenciales” cuando todo seguirá atado a una pandemia que rompe con cualquier agenda.
Como ya escribió Dante Alighieri: “El infierno está lleno de buenas intenciones” y a eso se resume todo, a intenciones y Fernández quedaría mejor si lo dijera así, “nuestra intención …” y no dar por sentado algo de lo que después debe desdecirse. Muestras de ello en 12 meses hay de sobra.
El Presidente dijo que “el dictado de clases es para mí un aspecto prioritario en este año” y agregó que “hay razones de desarrollo de los chicos que así lo exigen”.
“Pero también hay razones de desarrollo social que lo hacen imperativo”, dijo el jefe de Estado y sostuvo que “perder un año de educación y conocimiento es muy grave para cualquier sociedad y eso es algo que no nos podemos permitir”.
Tamaña afirmación confunde. Ya se perdió un año completo y claro que fue una catástrofe para niños, niñas y adolescentes.
En medio de todo este zafarrancho lamentable, emerge la prudente posición que tomó el gobierno de Alberto Rodríguez Saá en San Luis.
El anuncio oficial fue: “Las clases serán con modalidad presencial, virtual o mixta, según la situación epidemiológica lo amerite”. Ni más ni menos. Es una posición correcta, es un mensaje claro a la sociedad.
En otros términos la Provincia dice: No podemos asegurar que pasará el 1° marzo, si ni siquiera podemos predecir cómo estará la situación de contagios la semana que viene.
Primó el sentido común. La administración puntana no temió admitir la incertidumbre, sólo aseguró y se prepara para la vuelta a clases. El virus y las campañas de vacunación, en definitiva tendrán la última palabra para saber si los chicos y chicas volverán a estar frente a un pizarrón. Mientras tanto, todo es discursivo, y de lo más hipócrita.
Punto Aparte
Foto: Unicef Argentina